Flor de Liz Feijoo: "Son tiempos de lucha"
Flor de Liz Feijoo, responsable de la Secretaría de Género, Equidad y Diversidad del PIT-CNT, militante social y feminista, dijo al Portal del PIT-CNT que la realidad siempre tiene un contexto que condiciona la vida de las personas y que el SUA está enfocado en concretar iniciativas de formación para aquellas mujeres y colectivas a quienes históricamente se les ha vulnerado sus derechos.
A pocos días de un nuevo «Día Internacional de lucha por la eliminación de la violencia contra las mujeres», Feijoo remarcó que, ante la violencia estructural que atraviesa la sociedad, caracterizada por la precarización y la pobreza, «la violencia patriarcal se intensifica cada vez más». Lamentó que en un sólo año se hayan registrado 43.000 denuncias, unas 118 por día. “Esto es alarmante al igual que la falta de respuesta por parte del poder político”, enfatizó. “Pese a contar con una ley excelente contra la violencia de género, nunca ha recibido los recursos necesarios, y su implementación ha quedado precarizada. Hoy, más que nunca, resulta urgente un compromiso real desde la política para enfrentar la violencia de género”, sostuvo. La consigna para el próximo 25N, precisamente reafirma que «Son tiempos de lucha».
La responsable de la Secretaría de Género, expresó al Portal del PIT-CNT, su satisfacción por transitar un camino junto a organizaciones sociales, como así también, tejiendo redes con las ollas populares y distintas colectivas feministas, «generando redes de trabajo, especialmente en el sector de la vestimenta», o incluso colaborando con vecinas del barrio en espacios «casi desconocidos» para la agenda mediática. “Creo que son las organizaciones sociales las que deben impulsar la transformación de la sociedad”.
En esta dirección, aseguró que, para muchos integrantes de los movimientos sociales y sindicales «que forman parte de ese pueblo pujante que lucha desde abajo, es fundamental construir desde allí. De lo contrario, la brecha entre las estructuras políticas y las personas que realmente necesitan apoyo seguirá creciendo. Y estoy convencida que es desde el pueblo que tenemos que construir las soluciones que nuestro país necesita”.
Flor de Liz Feijoo adelantó que confía que en el próximo Congreso del PIT-CNT, la Secretaría «podrá incluir en un documento con fuerza el concepto de feminismo de clase, de feminismo obrero, de feminismo popular, de un PIT-CNT anticapitalista, pero sobre todo antirracista» y remarcó que «ya es hora de que la central de trabajadores se declare con toda firmeza como una organización antirracista».
-¿Qué rol debe cumplir una militante y dirigente sindical feminista en este tiempo?
-Para mí, lo importante va mucho más allá de ocupar un cargo en el Ejecutivo. Si bien el título de un cargo puede brindar visibilidad, muchas veces esa misma visibilidad limita la posibilidad de realizar las cosas significativas de la vida, como transformar y dignificar la realidad junto a colectivos que están en otros espacios. El tiempo que exige un cargo -que sin duda alguien debe ocupar- a mí no me satisface tanto como el estar creando con colectivos diversos, como las ollas populares, la red de trabajadoras a domicilio, o generando redes de trabajo, especialmente en mi sector, que es el de la vestimenta, o incluso colaborando con las vecinas del barrio. Creo que son las organizaciones sociales las que deben impulsar la transformación de la sociedad, y aunque tener cargos en el Ejecutivo es necesario, a menudo estos roles quitan tiempo para realizar otras actividades que, para mí, son más satisfactorias y aportan más felicidad.
-Hablemos de los proyectos sociales, particularmente los vinculados al SUA con mujeres trans privadas de libertad.
-Ahora hemos iniciado un nuevo curso con las compañeras trans que están recluidas en el ex COMCAR. Es un proyecto del SUA muy interesante, que se desarrolla tanto con personas privadas de libertad como con quienes no lo están, porque vivimos en un mundo donde, lamentablemente, cada vez hay más personas vulneradas por el sistema. No se trata de personas vulnerables sino vulneradas y en cierta medida, ‘descartadas y excluidas’, que muchas veces no saben que pueden tener otra perspectiva para su vida. Cuando vivimos en barrios muy pobres o periféricos, estamos inmersos en redes donde, tristemente, en nuestro país enfrentamos la presencia del narcotráfico, la mafia y otras situaciones terribles, que son parte de la violencia estructural que sufrimos. Las personas excluidas, al no conocer otras realidades, terminan a menudo en esos espacios. Por eso, creo que es fundamental trabajar intensamente con estos colectivos y con una parte de la población para generar herramientas y ejemplos que muestren otra vía, una economía popular que sea alternativa al sistema actual y que, aunque no pueda cambiar todo de inmediato, nos permita avanzar hacia la realidad que queremos construir.
-Históricamente, la única salida laboral para las personas trans y para muchas mujeres vulnerables era el trabajo sexual. En la actualidad, también el narco, particularmente el microtráfico, representa una salida económica rápida para quienes están en situación extrema…
-Exacto. Eso no sucede sólo con las compañeras trans, sino también con las mujeres que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Cuando hablamos de la alta tasa de desempleo que tenemos en nuestro país, que ronda el 8,2%, lo hacemos como si fuera un número abstracto. Mi pregunta es: ¿cuál es la tasa de desempleo real en los barrios periféricos? Porque no es lo mismo ser desempleado y vivir en el barrio El Tobogán que serlo y vivir en Pocitos. No es lo mismo tener 20 mil pesos en El Tobogán que tenerlos en otros barrios como La Tahona, porque el contexto familiar, el apoyo que recibís en tu vida cotidiana, son herramientas diferentes que dependen de si vivís en barrios periféricos o en aquellos con otro tipo de condiciones. Y nosotras tenemos que analizar con mayor detenimiento la realidad y por supuesto, que no todo es lo que muestran los relatos y los medios. ¿Cómo se sustenta una mujer en esas condiciones de las que hablamos en su vida cotidiana? ¿Cómo va a trabajar cuando deja a sus hijos y no sabe ni con quién los deja ni cómo? ¿Cuál es la respuesta? Cuando una trabajadora doméstica sale a trabajar, muchas veces para limpiar y cuidar la casa en un barrio determinado, ¿quién limpia o cuida a sus hijos, que quedan en otro barrio? ¿Cuál es la terrible diferencia que existe cuando esa mujer cuida al hijo de otra mujer de un barrio no carenciado? ¿Quién cuida a sus hijos y en qué contexto? Porque, en los barrios carenciados, el niño o adolescente sale a la esquina y lo que encuentra es al narcotraficante, la pobreza, el tiroteo, la prostitución; lo encuentra todo allí, lo más mediocre.
-Esa situación queda invisibilizada, ¿no?
En ese otro lugar no tienen ni siquiera la oportunidad de salir, de ir o de estar. La vida depende del barrio en el que se viva. Todos conocemos claramente cuáles son las zonas rojas y cuáles no. Cuando dos personas van a buscar trabajo y una de ellas dice que vive en el Marconi y la otra en Pocitos, está claro que el empleo se lo darán a quien vive en Pocitos y no a quien vive en el Marconi.
-A quien vive en Marconi le van a decir que es parte de los vagos…
-Van a decir que no quieren trabajar, que son una carga que tenemos en la sociedad, cuando en realidad son parte de la misma sociedad que sufre las consecuencias del sistema y que otros las sufrimos de otra forma.
Por todo ello es que el SUA está trabajando en estas iniciativas: acercarnos a los diferentes territorios, buscar la manera de ofrecer capacitaciones en talleres para que puedan aprender un oficio, y, a partir de esos talleres, generar emprendimientos. Primero, como monotributo, luego como monotributo asociativo y finalmente como cooperativa, de modo que les permita crear empleo. Se trata de una alternativa que les ofrece una oportunidad, desde la organización, para mejorar su vida.
Con las compañeras afro estamos también muy vinculadas a través de AFROGAMA. Les hemos enseñado a coser y ahora, desde «AFROGAMA Emprende», cuentan con una sección de costura y tienen a disposición el sindicato de la SUA, que ofrece sus herramientas para que puedan crear, vender y desarrollarse. El sindicato tiene las puertas abiertas para todos los colectivos que quieran emprender y no cuenten con los recursos necesarios.
-¿Alguien habló de estos temas en la campaña? Hay muchas cámaras a la salida de los almuerzos de ADM pero no suele haberlas para registrar las iniciativas de los sindicatos que desarrollan en territorio o como el SUA en las cárceles.
Las dirigencias partidarias suelen estar ocupadas en otros asuntos y en general no tienen una respuesta potente para quienes estamos abajo. El enorme desafío del progresismo y la izquierda es construir una respuesta que atienda las necesidades del campo popular. Es un reto difícil, especialmente si se intenta sin cuestionar profundamente la estructura capitalista, ya que la brecha sigue creciendo y no se puede dejar a las personas excluidas. Es desde abajo que se debe construir un movimiento, una base social que imprima su sello para que esto se vea reflejado en lo político. Cuanto más alejamos a la base social, esta pierde su impronta de lucha y menos se refleja en un marco político que le brinde las garantías necesarias para satisfacer los derechos de todas y todos. No es suficiente darles cinco pesos; sí, hay que dárselos porque es una necesidad básica, pero no basta. Si no generamos una cultura de lucha de ideas y garantizamos a todos las oportunidades para desarrollarse, terminaremos con una sociedad más pobre, no sólo en lo monetario, sino también en lo cultural.
La pobreza cultural se manifiesta también en esa meritocracia que dice: “hacé la tuya, porque sólo con tu esfuerzo vas a salir adelante”. Sin embargo, para las personas en situación de pobreza, por mucho que quieran, es imposible salir adelante por su cuenta. Cuando se les inculca la idea de que pueden lograrlo solos, terminan aún más marginados y parados en la vereda de enfrente, sin entender que la construcción es colectiva.
El desafío teórico de la izquierda es grande, pero mucho mayor es el reto de convertir esas ideas en propuestas concretas que generen una alternativa real para mujeres, varones y para todos. Y pensar en esto no significa hacerlo desde la estratósfera, sino estar presente, convivir, y dejar que estas propuestas surjan desde abajo para que, algún día, se conviertan en un grito.
-¿Y cuál debería ser el rol del feminismo en ese proceso?
Yo creo que el feminismo es una herramienta indispensable para los cambios, pero está claro que ese feminismo también tiene que tener una impronta del movimiento sindical. Y nuestra impronta es del feminismo de clase, el feminismo obrero y el feminismo popular, que claramente podemos hacer alianzas con otro tipo de feminismos, por algunas cuestiones que sean puntuales, pero nos vamos a diferenciar muchísimo de un feminismo liberal, porque tenemos otra condición: somos feministas de clase, venimos desde el pueblo somos del andar todos los días, somos de escuchar el timbre que suena en la fábrica, somos de ir a las 5 de la mañana a la fábrica de pastas, somos desde otro espacio, cosiendo y haciendo cosas, como por ejemplo, previo a la Marcha de la Diversidad que nos pasamos jornadas eternas cosiendo morrales, bolsos y banderas para poder llevar algo para que las colectivas y las secretarías hagan finanzas.
-Muchas veces trabajan a pérdida.
-Sí, porque hacemos muchas cosas solidarias pero son absolutamente necesarias. Cada uno expresa la solidaridad como puede; nosotras la practicamos cosiendo y allá vamos. La solidaridad también es parte del movimiento sindical: cada sindicato aporta con las herramientas que tiene. Algunos imprimen, otros hacen serigrafía y nosotras cosemos. Cada uno hace lo que puede, dentro de sus capacidades. Nuestro objetivo ha sido impregnar al movimiento sindical de un feminismo basado en la lucha de la clase obrera, desde los movimientos organizados. Para nosotros, dejar esa semilla es importante, y esperamos que en el próximo Congreso del PIT-CNT podamos incluir en un documento con fuerza el concepto de feminismo de clase, de feminismo obrero, de feminismo popular, de un PIT-CNT anticapitalista, pero sobre todo antirracista. Creemos que ya es hora de que la central de trabajadores se declare con toda firmeza como una organización antirracista.
Es una definición que apunta a la identidad
Exacto. Porque existen muchos colectivos en distintos espacios librando diferentes luchas y peleas. Y todos están representados en nuestro PIT-CNT. El problema es que el PIT-CNT tiene muchas reivindicaciones: algunas inmediatas y otras a más largo plazo. A veces no pensamos lo suficiente en la necesidad concreta de cómo actuar frente a determinados colectivos que son parte de nosotros, que necesitan nuestra declaración de apoyo. Esto es fundamental para nosotras, como mujeres sindicalistas, organizadas, feministas y de clase, que luchan por un mundo sin explotados ni explotadores, y también sin explotadoras. Se trata, además, de cómo definimos conceptualmente dónde estamos parados, porque eso es parte de nuestra identidad en el PIT-CNT. Desde el primer Congreso del Pueblo en los años sesenta hasta hoy, hemos construido una identidad en el movimiento sindical, basada en la diversidad y la unidad. Pero bajo estos principios, estamos de este lado y damos todas las luchas.
-Las cifras en materia de violencia de género son cada día más alarmantes: aumentan los casos de violencia hacia las mujeres, hacia los hijos e hijas, y hacia las infancias en general y en el debate de la campaña no se habló ni una palabra. ¿Qué pensás al respecto?
-Frente a una violencia estructural en nuestra sociedad, marcada por la precarización y la pobreza, la violencia patriarcal se acentúa cada vez más, y es terrible. En un año se han registrado casi 43.000 denuncias, es decir, unas 118 por día. Esto es alarmante y lo es también la falta de respuesta desde el poder político, a pesar de contar con una ley excelente como la de violencia basada en género, a la que nunca ha tenido los recursos necesarios. Han terminado por precarizar esta ley, que hoy en día es más urgente que nunca, y desde lo político debe surgir un compromiso real en cuanto a la violencia de género.
No se trata sólo de destinar recursos, sino de dirigirlos adecuadamente: hacia los juzgados especializados en violencia, hacia la educación y, sobre todo, hacia la prevención. ¿Cómo prevenimos la violencia? Porque es un flagelo y una emergencia nacional. Si comparamos nuestras cifras en Uruguay con las de España o de otros países desarrollados, y teniendo en cuenta que somos apenas 3.5 millones de habitantes, es realmente un número escalofriante. Lo más preocupante es la hipocresía de la sociedad, que muchas veces expresa horror ante la violencia, pero en realidad la observa sin reaccionar, cuando en el fondo somos todos responsables de lo que está ocurriendo. Y, al final, las que siempre terminan pagando son las mujeres.
Este 25 de noviembre, esto tiene que hacerse notar con fuerza. Estamos coordinando con varios colectivos desde Vía 8M -que agrupa a más de 25 organizaciones- y a partir de ahí, estamos articulando con otras redes para que esta movilización sea realmente contundente. Es fundamental que, independientemente del signo del nuevo gobierno, estemos con más fuerza que nunca en las calles.
-¿Cómo hay que leer la violencia en nuestra sociedad?
-La violencia es estructural, pero también es producto de una cultura patriarcal que ha dejado de lado la solidaridad, la empatía, la comprensión y la capacidad de entender al otro. Nos hemos olvidado de la importancia de preocuparnos por las necesidades ajenas, de la solidaridad como un valor. Esa cultura de “hacer la tuya”, donde sólo importa el esfuerzo propio y el otro no cuenta, se manifiesta de muchas maneras, incluso en el rechazo hacia quienes están en situaciones de vulnerabilidad. Vemos a personas durmiendo en la calle y queremos que desaparezcan de nuestra vista, que se vayan a otro lado; evitamos ver la miseria humana porque no queremos que esté en nuestro entorno. Nos desentendemos del sufrimiento ajeno, preocupándonos sólo por el propio.
Uruguay, sin embargo, tiene una larga historia de defensa de la democracia y de movimientos sociales y sindicales que han estado siempre al servicio de las causas de los demás. Esa tradición de compromiso es una responsabilidad que no debemos abandonar. No basta con estar presentes en las estructuras sindicales o partidarias; también debemos estar cerca del pueblo, que no es ni más ni menos que de dónde venimos. Muchos de nosotros, integrantes de estos movimientos, somos parte de ese pueblo pujante que lucha desde abajo. Es allí donde debemos construir, porque si no, la brecha entre las estructuras políticas y las personas que realmente necesitan apoyo seguirá creciendo. Es desde el pueblo que tenemos que construir las soluciones que nuestro país necesita.